Natural, artificial y otras palabras que confunden más de lo que ayudan
Hay palabras que aparecen constantemente en conversaciones sobre alimentación: "natural", "artificial", "químico", "procesado".
Y todas tienen algo en común: generan más ruido que claridad.
No porque sean incorrectas, sino porque se usan de forma tan vaga y cargada emocionalmente que terminan siendo inútiles para tomar decisiones.
El problema con "natural"
"Natural" suena bien. Evoca pureza, seguridad, tradición.
Pero como categoría técnica, es casi inútil.
¿Qué significa "natural"? ¿Que viene de la naturaleza? El arsénico viene de la naturaleza. La ricina también. La toxina botulínica es completamente natural.
¿Que no ha sido procesado? La sal marina se procesa. El aceite de oliva se procesa. El yogur se procesa.
¿Que no tiene ingredientes sintéticos? Muchos aditivos "naturales" se extraen con procesos químicos complejos. Y muchos aditivos sintéticos son idénticos a sus versiones naturales.
El problema no es la palabra en sí. Es que asumimos que "natural" = "seguro" o "saludable". Y esa ecuación es falsa.
El problema con "artificial"
"Artificial" tiene el problema opuesto: suena mal.
Evoca laboratorios, químicos, engaño.
Pero "artificial" solo significa "hecho por humanos". No significa "peligroso" ni "tóxico".
Muchos aditivos artificiales son copias exactas de sustancias naturales. La vitamina C sintética es químicamente idéntica a la vitamina C de una naranja.
Otros aditivos artificiales existen porque son más seguros, más estables o más eficientes que sus alternativas naturales.
El origen (natural o artificial) no determina la seguridad. La dosis, el contexto y la evidencia científica sí.
El problema con "químico"
"Químico" se usa como sinónimo de "peligroso". Pero eso es absurdo.
Todo es químico. El agua es H₂O. El azúcar es C₁₂H₂₂O₁₁. Tu cuerpo es un conjunto de reacciones químicas.
Cuando alguien dice "este producto tiene químicos", lo que realmente quiere decir es "tiene ingredientes que no reconozco y eso me asusta".
Pero el nombre químico no indica peligro. Indica precisión técnica.
El problema con "procesado"
"Procesado" es otra palabra que se usa de forma tan amplia que pierde sentido.
¿Qué es un alimento procesado? ¿Uno que ha pasado por algún tipo de transformación?
Entonces el pan es procesado. El yogur es procesado. El aceite de oliva es procesado. Las lentejas enlatadas son procesadas.
¿Todos esos alimentos son "malos"? Obviamente no.
El problema no es el procesamiento en sí. Es el tipo de procesamiento y el resultado final.
Pero "procesado" como etiqueta genérica no te dice nada útil.
¿Por qué estas palabras generan tanta confusión?
Porque se usan como atajos morales, no como categorías técnicas.
"Natural" se usa para decir "esto es bueno". "Artificial" se usa para decir "esto es malo". "Químico" se usa para decir "esto es peligroso". "Procesado" se usa para decir "esto es basura".
Pero la realidad no funciona así. Y cuando intentas tomar decisiones basándote en atajos morales, terminas confundido.
Entonces, ¿qué palabras sí ayudan?
En vez de "natural" o "artificial", pregúntate:
- ¿Qué función cumple este ingrediente?
- ¿En qué cantidad está presente?
- ¿Qué dice la evidencia científica sobre este ingrediente?
En vez de "químico" o "no químico", pregúntate:
- ¿Reconozco este ingrediente o necesito más información?
- ¿Es relevante para mi contexto personal (alergias, intolerancias, objetivos)?
En vez de "procesado" o "no procesado", pregúntate:
- ¿Qué ingredientes principales tiene este producto?
- ¿Cómo se compara con alternativas similares?
- ¿Con qué frecuencia consumo este tipo de producto?
Esas preguntas te dan información útil. Las etiquetas genéricas no.
No necesitas bandos
El discurso dominante te empuja a elegir un bando:
"Pro natural" vs. "Pro ciencia". "Anti procesados" vs. "Anti alarmismo".
Pero no necesitas un bando. Necesitas criterio.
Y el criterio no se construye con etiquetas vagas. Se construye con preguntas específicas, contexto y proporción.
La conclusión
"Natural", "artificial", "químico" y "procesado" son palabras que suenan útiles.
Pero en la práctica, generan más confusión que claridad. Porque se usan como juicios morales, no como categorías técnicas.
Si quieres tomar decisiones informadas, deja de buscar etiquetas tranquilizadoras. Empieza a hacer preguntas específicas.